domingo, 15 de agosto de 2010

La mochila

Si vas cargado con una mochila pesada, al quitartela, salta. Te sorprenderás de lo alto que puedes llegar. ¿No coneces esa sensación?. Así me siento yo ahora.

Sin mochila sobre mis hombros, todavía ando en medio del salto mirando a todas las direcciones del horizonte pero a ninguna en particular, da igual, ya no tengo ese peso, simplemente eso me hace feliz.

Realmente tengo ganas de que termine el salto, quiero llegar al suelo y poner los pies en tierra firme, así me daré cuenta de la veracidad de la situación, así me daré cuenta del hecho: no llevo la mochila.

Abajo, en tierra, ella espera. En mi camino, no podré nunca desprenderme de ella, aunque no me guste, siempre estará ahí y quizá me moleste en los momentos menos oportuno, pero que digo, es mi mochila, debo cargar con ella. Eso sí, no está sola, a su lado alguien que si no me ayuda en todo momento a llevarla, por lo menos es consciente de su peso.

La mochila no aparecerá en muchos momentos, en otros se hará mas latente y en otros simplemente será un objeto más pero yo no soy yo sin mochila y la mochila no es mochila sin mí.
Aparezca o no, la llevo conmigo.

Pasaremos caminos secos, lisos e incluso puede que alguno empedrado pero muchos serán angostos, pantanosos e irregulares así como rodeados de maleza donde la mochila se enganchará, pero pasaremos juntos o por lo menos esa es la idea, no se si el tiempo me la quitará...

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